Su Flora

Nectandra turbacensis (Lauraceae)

La flora natural del Jardín Botánico es diversa y está bien representada tanto en el bosque natural como en las colecciones plantadas. Es una de las colecciones más importantes de plantas del Caribe y, dado que los bosques secos caribeños están muy amenazados, hace que este jardín sea aún más importante para la conservación y como fuente de semillas para programas de reintroducción.

El jardín tiene muchos ejemplares bien desarrollados de árboles, arbustos y hierbas. Hay ejemplares increíblemente grandes de caracolí (Anacardium excelsum) e higuerón (Ficus maxima), que se elevan sobre el dosel del bosque con sus enormes copas y troncos sostenidos por grandes raíces tabulares. Un caracolí es el centro de atención del jardín y puede tener más de 500 años. Otros árboles frecuentes en el jardín son Aspidosperma desmanthum, Astrocaryum malybo, Attalea butyracea, Bursera simaruba, Cavanillesia platanifolia, Cecropia peltata, Cedrela odorata, Ficus citrifolia, Mammea americana, Nectandra turbacensis, Pachyra aquatica, Pseudobombax septenatum, Sterculia apetala y Swietenia macrophylla. Muchas de estas especies tienen una madera valiosa, por lo que están muy amenazadas en las poblaciones que quedan fuera del jardín.

Otras especies especialmente interesantes son la palma de aceite americana, Elaeis oleifera, prima de la ampliamente plantada palma de aceite africana, Elaeis guineensis, ambas presentes en el Palmetum.

Desmoncus orthacanthos (Arecaceae)

Un miembro inusual de las palmas es el ratán americano, Desmoncus orthacanthos, una especie trepadora parecida a las palmeras ratán asiáticas. Tiene largos tallos cubiertos de espinas y hojas pinnadas cuyas puntas parecen un largo látigo, con espinas curvadas hacia atrás en lugar de foliolos. Se trata sin duda de una especie con la que hay que tener cuidado cuando se encuentra en estado salvaje, ya que se enreda fácilmente con la ropa o el pelo. Sin embargo, en el jardín se puede observar con seguridad, sin peligro de engancharse.

Carludovica palmata (Cyclanthaceae)

También abunda la palma iraca, que no es realmente una palma. Carludovica palmata es una especie de la familia Cyclanthaceae que se utilizaba mucho para fabricar sombreros duraderos. Estas plantas se importaron a Panamá durante la excavación de la zona del Canal de Panamá, donde se popularizaron. De ahí su nombre común en inglés, “Panama hat palm”.

Cavanillesia platanifolia (Malvaceae)

Macondo (Cavanillesia platanifolia) es el nombre de un árbol magnífico, de tronco gordo e hinchado, grandes hojas lobuladas, grandes flores blancas y frutos de cinco alas. También se convirtió en el nombre de un pueblo ficticio colombiano descrito en la novela de 1967 Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez. Se describe como el pueblo natal de la familia Buendía, y la flora descrita en el libro es similar a la de la finca Matute. Algunos habitantes llaman Macondo a la zona del jardín botánico.

Pseudobomboax septenatum (Malvaceae)

En varios lugares del jardín podrá observar la corteza rayada de verde de los troncos hinchados de la majagua, Pseudobombax septenatum. Este miembro de la familia Malvaceae tiene grandes flores blancas en la estación seca, que se abren con un estallido durante la noche. Las flores blancas con sus numerosos estambres caen al mediodía, ensuciando el suelo con pompones blancos. De la misma familia es el camajón, Sterculia apetala, un árbol gigante que deja caer sus hojas rojizas de cinco lóbulos, que cubren el suelo del bosque, dándole un aspecto cobrizo. Los frutos son hermosas vainas en forma de barco con grandes semillas negras en su interior, pero tenga cuidado al cogerlas, ya que están cubiertas de pelos irritantes en su interior.

Muntingia calabura (Muntingiaceae)

Muntingia calabura, comúnmente conocida como chitató o vara de paloma, es una especie difícil de situar por motivos morfológicos. Sus flores blancas se parecen a las de la zarzamora, pero sus hojas recuerdan a las de la malva. Por ello, se ha clasificado en varias familias, como Malvaceae, Rosaceae y Elaeocarpaceae. Ahora, gracias a los análisis de ADN, se clasifica en la familia aislada Muntingiaceae. Sus frutos son deliciosamente dulces, con una fragancia y un sabor que recuerdan en cierto modo al algodón de azúcar. Se pueden comer frescos o hacer mermelada y, además, las hojas tienen propiedades medicinales y antiinflamatorias. Como crece en suelos pobres, es una planta estupenda para jardines y para evitar la erosión en zonas degradadas. Actualmente estamos probando lo fácil que es cultivarla a partir de sus diminutas semillas, parecidas al polvo.

La Aristolochia grandiflora, la capitana, es originaria de América Central y tiene unas flores espectaculares, pero malolientes. Son curvadas, se abren como una trompeta, con un centro marrón negruzco y tienen una larga punta colgante. El olor atrae a las moscas, que quedan retenidas en el interior de la flor hasta que los estigmas han sido polinizados. La flor cuida bien de estos insectos, ya que los alimenta con rico néctar. Una vez recibido el polen, los estambres maduran y cubren de polen a las moscas para que puedan visitar otra flor. En el jardín, crece junto al baño, ¡pero no hay que confundir el olor!

Texto y derechos de autor: Maarten Christenhusz y Santiago Madriñán, Turbaco 2017.